domingo, 24 de enero de 2016

El renacimiento de González Iñárritu


CR: 20th Century Fox

El renacido (The Revenant)
E.U, 2015
Dirección: Alejandro González Iñárritu.
Guion: Alejandro González Iñárritu y Mark L. Smith.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Protagonistas: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Will Poulter, Domhnall Gleeson, entre otros.
Duración: 2 hrs. 36 mins.

Cuando un cineasta toma riesgos, las expectativas siempre son muy altas. Generalmente, esto significa que cambiará sus formas y/o contenidos; seguramente, sus ambiciones se incrementarán y si logra llegar alto, es muy difícil que quiera o siquiera contemple, volver a sus inicios. Un ejemplo de esto es Woody Allen, que empezó realizando comedias que entre sketch y sketch contaba una historia, e incluso, en ocasiones, ni siquiera intentaba hacerlo. Después se fue a los extremos y comenzó una carrera que hasta la fecha, mezcla, con mayor o menor fortuna, lo cómico con lo dramático, desde Annie Hall.
                El caso del mexicano Alejandro González Iñárritu es totalmente lo inverso. Sin contar el poco recordado piloto para la serie, nunca realizada, Detrás del dinero (1995), su carrera comenzó de forma espectacular, con una cinta que nos sólo en estructura sino en temática, era muy diferente a todo lo realizado hasta la fecha en el cine nacional. Amores perros (2000) significó para el director la posibilidad de emigrar a Hollywood y ahí realizar una carrera impresionante, como pocas. 21 gramos (21 Grams, 2003) y Babel (Babel, 2006), completaron la trilogía del realizador con el guionista Guillermo Arriaga. Las características temáticas y estructurales de las tres cintas, le valieron el estatus de “director de culto” y suponen ser las mejores colaboraciones entre un director y un guionista de los últimos años, tan mítica como la formada por Martin Scorcese y Paul Schrader. A partir de su sonadísimo “divorcio”, las carreras tanto del escritor como de Iñárritu, quedaron en duda, a la expectativa de qué iba a pasar con ellos. Guillermo logró una carrera interesante pero poco trascendente, que se fue apagando poco a poco, mientras Alejandro, filmó Biutiful (2010), la cual, aunque no tan en el nivel de su trilogía en sagrado matrimonio, fue superior a lo hecho por Arriaga. Ahora bien, su siguiente paso fue la espectacular Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (Birdman or The Unexpected Virtue of Ignorance, 2014), la cual se colocó en el gusto tanto del púbico como de los espectadores, de forma sorprendente.
                Lo curioso es que el realizador ha ido hacia atrás tanto temática como estructuralmente. Si Biutiful intentaba sin éxito demostrar que no era Arriaga el verdadero artífice de su interesante carrera, como se rumoraba, Birdman lo presentó oficialmente como un creador en toda la extensión de la palabra. Su estilo dinámico, lleno de virtuosismo, con un sorprendente y sorpresivo “realismo mágico”, logró engañar a todo el mundo de que era algo único y diferente, aunque esto no es verdad. Desde hace muchísimos años han habido cintas que exploran la mente del artista, sea actor, director o escritor de cine o teatro. Los ejemplos van de 8 ½ (Otto e mezzo, 1963), de Federico Fellinni, hasta Tercera llamada (2013), de Francisco Franco, pasando por Balas sobre Broadway (Bullets Over Broadway, 1994) de Woody Allen, por mencionar algunos. Y en lo visual, pues existen muchos ejemplos de pelis que simulan estar hechas en una sola toma, como La soga (Rope, 1948), de Alfred Hitchcock o La tarea (1991), de Jaime Humberto Hermosillo. El renacido es quizá la mejor muestra de que el director dio pasos hacia atrás.
                Contar mínimamente la trama es sencillo, a diferencia de Babel o Amores perros. En este caso, nos dice lo que cualquier western, con o sin John Wayne, puede contar: Un tipo es despojado de su familia por un forajido o cualquier cabrón violento y es dado por muerto. Poco a poco, debido a su rabia y fuerza de voluntad, se recupera para realizar su venganza. Suena a Los imperdonables (Unforgiven, Eastwood, 1992), o a casi cualquier spaguetti western que se les pueda ocurrir; un recurso usado hasta en el cine infantil, como en El gato con botas (Puss in Boots, Chris Miller, 2011). Hasta puede remitir a cintas de otro género, como Gladiador (Gladiator, Ridley Scott, 200). Es más, existe otro filme, de los años setenta, basado en el mito en que está narrado en la novela base de esta cinta: Man in the Wilderness (Richard C. Sarafian, 1971).El guión es lineal, en tres actos, con una presentación de personajes y conflictos, un nudo, un desarrollo, una vuelta de tuerca y un desenlace. Nada nuevo.
                ¿Entonces qué ha maravillado de El renacido? ¿Por qué tanto premio y tanta nominación a todos los premios del cine americano? Quizá sea porque iñárritu tomó el riesgo a la inversa. En lugar de volar y realizar algo fuera de los márgenes, narativa y visualmente hablando, regresa a lo básico. Se olvida de las estructuras segmentadas, de las tomas complicadas, y realiza un filme primitivo, con pocos diálogos, totalmente lleno de testosterona (no tan joto como rápido y furioso, claro) y que permite a sus intérpretes concentrarse en actuar, sin preocuparse demasiado de cómo me voy a oír o cómo me voy a ver. Y por supuesto, lleno de referencias visuales y temáticas como nunca en su cine. Aquí se siente el espíritu de Howard Hawks, de Riddley Scott, de Clint Eastwood, incluso de Nicolás Echeverría y su excelente Cabeza de Vaca (1991). En algunas tomas, recuerda al cine de Andréi Tarkovsky o de Terrence Malick, con quien el “Chivo” Emmanuel Lubezki, creador de la hermosa fotografía de la cinta, ha colaborado en ya varias ocasiones.
                Con un Leonardo DiCaprio listo para ser premiado por primera vez con el Oscar (lo que no quiere decir que lo vaya a conseguir, claro está) y un Tom Hardy que se supera a sí mismo interpretando lo que mejor sabe, o sea, mamados sin escrúpulos, El renacido, es, sin duda, la mejor cinta de González Iñárritu, la muestra que es más un director que un Auteur, como lo pueden ser, por ejemplo, gente como Tarantino, Burton, Almodovar o Aronofsky, que hacen la misma película una y otra vez, que se creen inventores de mundos y se quedan ahí, en la comodidad de lo que mejor les sale. Alejandro, por lo menos hasta hoy, sigue reinventándose, aunque eso signifique no inventar nada nuevo.